lunes, 1 de marzo de 2010

EL DIA EN QUE ALEMANIA COMENZÓ A SER UNA POTENCIA FUTBOLÍSTICA

Una mujer rubia se prepara para el amor, va hasta la cocina y prepara un brandy caliente, olvida cerrar la llave del gas de su estufa, enciende la radio y se acuesta con su marido. El locutor narra un partido de fútbol, un jugador dispara a meta y es gol, el marido enciende un cigarrillo y la casa explota, lo único que se escucha además de las llamas es la voz enardecida del locutor diciendo que Alemania es campeón del mundo.


Éste es el final de una de las grandes películas alemanas de todos lo tiempos: El matrimonio de Maria Braun, película donde su malogrado director Rainer Werner Fassbinder quería hacer una semblanza de lo terrible que fueron los años posteriores al hundimiento del Tercer Reich; y si cierra su relato de esa forma es porque ese gol de Rahn revivió el orgullo que el pueblo alemán había perdido por los horrores que se había permitido. A partir de ese momento Alemania comenzó a renacer.


No sólo significaba ganar una copa del mundo sino que se había vencido al mejor equipo de todos los tiempos. Hoy en día puede sonar muy raro pero la selección de Hungría fue el soberano absoluto del fútbol mundial entre los años 1951 y 1954. En ese lapso mantuvo un invicto de 31 partidos internaciones, invicto que le arrebató Alemania en plena final de la copa del mundo. En 1952, el Aranycsapat (que significa “Equipo de oro”), como era conocido en su país, ganó la medalla de oro en los juegos olímpicos derrotando a Yugoslavia y aplastando al resto de sus rivales. Era una selección que ganaba con contundencia y un despliege físico inusitado en esa época. Tenía una temible delantera liderada por Ferenz Puskas un comandante del ejército con un inusitado talento. Cuesta creer que este hombrecito regordete que apenas podía saltar es considerado uno de los diez mejores futbolistas de todos los tiempos. Tenía una zurda poderosa hasta el punto de que los hinchas del Real Madrid lo pusieron “Cañoncito Pum”. Decían que era capaz de derribar un muro con uno solo de sus disparos. Jugó 84 partidos con su selección y completó la impresionante suma de 83 goles. Su extraordinario talento lo hacía una ficha fundamental, y es por eso que los húngaros siempre se lamentarán que ese maldito tobillo se hinchara justo en pleno mundial. Pero él no era el único crack con que contaba esa delantera. A su lado estaba Kocsis, más conocido como “El hombre de la cabeza de oro”, por su poderío aéreo. Su promedio de goles supera incluso al de Puskas ya que convirtió 75 tantos en 68 partidos. El tridente ofensivo lo completaba el escurridizo delantero Czibor.


Su entrenador Gustav Sebes fue el primer hombre que empleó lo que 20 años después le sería atribuido a Holanda: la concepción del Futbol Total. Sebes utilizaba el 4-2-4 un sistema revolucionario para su época donde todos colaboraban cuando no se tenía la pelota y todos se desdoblaban cuando pasaban al ataque. A Sebes le gustaba hablar de que su selección practicaba un “Futbol Socialista”.


Los antecedentes no jugaban a favor de Alemania. En fase de grupos del mismo mundial había perdido con Hungría por 8 a 1. Todos temblaban cuando tenían al frente a los magiares magníficos, todavía estaba fresca la goleada que habían obtenido en Wembley contra la poderosa selección inglesa a la que le convirtieron 12 goles en dos partidos. La confianza del pueblo húngaro a su selección era ilimitada. La conquista de la copa del mundo sería el bálsamo que necesitaba un pueblo golpeado por la humillación que representaba sentirse un satélite de la Unión Soviética. En el fútbol había encontrado el papel que les negaba la vida real. Tal vez si al frente no hubieran tenido a Alemania y su, ya reconocida, fortaleza mental lo habrían conseguido a media maquina.


La noche previa al partido un aguacero azotó a Berna. Otra vez la lluvia jugaba un papel fundamental en la historia de las batallas. Cuando reconocieron el campo el entrenador alemán Herberger le decía a su capitán “Está el campo como a ustedes les gusta”. Los alemanes querían que el terreno estuviera mojado ya que Ali Dassler, el patrón de la recién fundada empresa Adidas, había equipado a los alemanes con botas más ligeras, dotadas de tacos ajustables. Según Kevin Connoly en su Historia del fútbol europeo “Sólo tuvieron, pues, que ajustar tacos largos que le permitieron disfrutar de una mejor sujeción sobre el césped”. Los húngaros en cambio llevaban botas antiguas, con tacos de longitud fija. A esto había que agregarle que para llegar a la final habían tenido sendas batallas contra Brasil en cuartos y Uruguay en semifinales, llegando a tener con los últimos campeones mundiales un épico partido que llegó a necesitar prórroga. Los magiares terminaron ganando pero llevaban el lastre de tener a hombres cansados, además Puskas estaba en duda por culpa de su inflamación en el tobillo. Tenía que decidirse si se podía alistar en la final o no ya que en ese entonces no estaban reglamentados los cambios. Al principio parecía que habían optado por la decisión correcta ya que con dos goles suyos los húngaros se fueron arriba dándole la razón al periodismo especializado y al propio público que los daban como favoritos absolutos.


Pero con el correr de los minutos apareció algo que jugó a favor de Alemania y fue la jerarquía, el peso de la historia. Con un equipo inferior remontó un partido que estaba perdido, una copa que parecía tener grabado el nombre del ganador pero Alemania pudo con eso y consiguió lo improbable.


Han dicho que ese día además de que los alemanes contaban con los nuevos guayos Adidas, también iban dopados. El propio preparador físico del equipo confesó poco antes de morir que los había inyectado. Eso poco, o nada, importa pues fue el principio del reverdecer futbolístico de un pueblo y del declive definitivo de otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright 2009 MAKANAKY