Era difícil pensar que Radamel Falcao García sería en tan poco tiempo ídolo del Porto. Si bien en algún momento fue el líder del peor River de la historia, su rendimiento y poder goleador en el torneo argentino no daba para la ilusión. Sin embargo ha sido tan estruendosa su primera temporada que ha logrado borrar la imagen del último gran ídolo del Dragao: Lisandro López.
La frialdad de los números lo dicen todo, 23 goles en 27 partidos. El niño de Santa Marta cumplió con el sueño de marcarle un gol al Arsenal. Al llegar a la Argentina a los quince años torció su destino. Colombia no es una tierra de goleadores, allá nacen defensas centrales y arqueros, por eso el país está viviendo una falcaomanía y más de un incauto se ha hecho hincha del Porto. Los colombianos le perdonan que no haya hecho sino tres goles en su selección, le perdonan todo porque en un año sin mundial sus goles en Europa hacen visible a un país carente de alegrías futbolísticas.
Su explosión hace notar también la incapacidad que tienen los mediocampistas de River Plate para generar jugadas de riesgo, no puede ser que éste sea el mismo delantero que tan sólo pudo marcar cuatro goles en el Clausura del 2009. Es el mismo jugador que tuvo que aguantar el desprecio de su propia hinchada, la que nunca coreó su nombre. La crisis de River ha afectado a sus hinchas en sus juicios de valor, no es posible que el Ogro Fabianni, en su segundo partido, ya fuera un ídolo porque había marcado un gol en Rosario y porque protegía el balón como sólo lo podía hacer Bochini. Coreaban su nombre a rabiar e incluso Radamel tuvo que ser su suplente. Al final de la temporada sobrevino la decepción y no se hizo efectiva la opción de compra, fue la misma crisis de valores que catapultó a un mediocre defensa central como Nelson Rivas a la estratosfera de genio sólo porque en un clásico de verano contra Boca le puso los taches a Martín Palermo.
Es impresentable que la hinchada nunca haya coreado el nombre de Falcao, ni siquiera la noche en que él solo demolió a Botafogo convirtiendo tres goles y reviviendo a un River que estaba absolutamente eliminado de la Suramericana. La hinchada quedó estancada en el tiempo pensando en las glorias pasadas de Ortega y Gallardo, negándose a ver que en Falcao no sólo encontrarían a un goleador sino a un ídolo.
Es triste para la hinchada de River que hasta ahora se de cuenta qué clase de jugador era Radamel Falcao García. Ojalá que en diez años no estén pensando en repatriarlo cuando sus rodillas estén rotas y su caudal futbolístico se haya secado, ojalá que en una década River se vuelva a nutrir de la riqueza de su cantera, la misma que le ha dado al mundo decenas de cracks.